Milagro inesperado
“No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” Zacarías 4:6
Nuestro primer día colportando oramos confiando en las promesas de Dios, decidimos que no podíamos salir sin Jesús y su Espíritu ese día. (1 Corintios 15:10)
Después de hacer algunas presentaciones, orar con las personas, entregar panfletos y dar masajes, casa por casa, tocamos la puerta de un hombre que nos atendió amablemente. Nos presentamos como misioneras que ayudaban con la salud, entonces nos invitó a pasar.
Al ingresar, nos encontramos con otro hombre en silla de ruedas. Nos sentimos impotentes, no sabíamos cómo ayudarle. Cada una, en silencio, oramos: «Señor, ¿qué quieres que hagamos?» Una de nosotras empezó hacer un masaje en la pierna inmóvil. Mientras la otra le explicaba las pasos del masaje al hombre que cuidaba de él para que pudiera hacérselo también.
De repente, sucedió algo inesperado; pudimos ver a Dios actuando a través del masaje. El hombre empezó a mover el pie. Quien lo cuidaba quedó tan sorprendido al ver ese milagro que exclamó: «Tienen poder, ¡pueden hacer milagros!»
¡Gloria a Dios! Nos preguntábamos si era cierto lo que estaba pasando. Nos setimos como Pedro y Juan después del Pentecostés.
El Espíritu Santo está disponible para cada hijo e hija que busque la dirección de Dios. Ese día entendimos con mayor claridad que la mano derecha (salud) y la mano izquierda (colportaje) unidos al cuerpo de Cristo que es el Evangelio, tienen un poder que sobrepasa nuestro entendimiento. No tiene explicación, solo necesitamos vivirlo.
Por la noche, para completar el día, leímos este versículo con la seguridad de que el Señor nos lo regalaba personalmente:
«Jesus le dijo: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» Juan 11:40
Ese día pudimos ver la gloria de Dios, pero su promesa también es para ti ¿Crees que su Espíritu está listo para dirigirte a experiencias así?
—Avelinda y Abigail (Estudiantes de primer año del Entrenamiento Misionero)
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